Por lo dicho, es importante mirar a Jesús como el modelo de la vida de oración y como modelo de intimidad con Dios. Los discípulos de Jesús se acercan a Él y le piden que les enseñe a orar. Llama la atención el pedido pues, los judíos desde muy pequeños aprenden a hacerlo. Sin embargo, el aprendizaje y los modelos que de ese momento se veían obsoletos e inadecuados, al compararlos con la vida de oración de Jesús y con los resultados que obtenía. Que les enseñe a orar cono Jesús lo hacía, es lo que ellos pretendían. Entonces, Jesús aprovecha para darles pautas de una vida de intimidad con el Padre que, es lo que la oración consiste, vida de intimidad con Dios. En el verso 6 del capítulo 6 del evangelio de Mateo, Jesús nos instruye como tener intimidad con Dios. Mateo 6:6 (RVR1960) 6 Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. Es un plan de acción que, durante su vida en la tierra, le dio frutos abundantes. EL SUJETO. “Mas tú, …” Jesús identifica al sujeto de las siguientes acciones. Nos habla de cada uno de nosotros en forma particular. Esto significa que, la intimidad con Dios es un asunto personal; no hay la posibilidad de un tercero, ni junto ni en medio a nosotros, el sujeto eres tú y soy yo. No significa que en un momento dado podamos compartir tiempos de oración con otras personas, pero eso es otro asunto. Enfoquémonos en lo que llamaremos intimidad personal con Dios, tiempos con Dios, también conocido como “El Lugar Secreto”. EL MOMENTO. “… cuando ores, …” La palabra “cuando” es un adverbio de tiempo, se refiere a una medida de tiempo: tantos segundos, minutos, horas, días, etc. En particular se refiere al espacio de tiempo que separamos para estar con Dios. Según lo relatan los Evangelios Jesús separaba grandes medidas de tiempo para estar a solas con nuestro Padre; para el efecto, dejaba a sus discípulos y se alejaba, usualmente subía un monte. Estos tiempos que apartaba Jesús tenían un único propósito, compartirlo con su Padre para estar en intimidad con Él, intimidad que podemos describirla como “oración”, pero que en realidad eran tiempos de comunión y de intimidad, de unidad. Me imagino que la comunicación a través de la palabra era parte, sin embargo, habría tiempos de silencio y meditación, tiempos de quietud y de compartir; pero, adicionalmente, serían tiempo de emociones. La medida de tiempo es irrelevante, sin embargo, en intimidad el tiempo corre y cuando te das cuenta, han trascurrido las horas.EL LUGAR. “… entra en tu aposento, …” Propositivamente debemos destinar un lugar para el encuentro, un lugar en el que podamos estar en intimidad sin ser interrumpido, un lugar que se vuelva común para los encuentros con Dios. No hay mejor lugar que nuestro aposento, un sitio íntimo para cada uno de nosotros. Un sitio conocido donde nos sentimos cómodos. En realidad, puede ser cualquier lugar en que podamos alejarnos de las distracciones cotidianas para compartir tiempo de calidad con Dios. Jesús usaba sobre su cabeza un manto de oración que en su legua se conoce como “Talith” y se traduce como pequeño aposento, pequeña carpa. Él colocaba el Talith sobre su cabezo y consideraba que entraba en el lugar de intimidad con Dios. No era relevante el sitio geográfico en el que se encontraba; podía ser en el Huerto de Olivoso como frente al Lago de Tiberías. Jesús, alejado de toda distracción, se encontraba con nuestro Padre y el Espíritu Santo y, juntos pasaba tiempos en intimidad. LA INTIMIDAD. “… y cerrada la puerta, …” La instrucción de Jesús es clara, no interrupciones, no intromisiones; lo que sucede en ese tiempo y en ese lugar es entre tú y Dios, nadie más debe participar; no participan las personas que nos rodean, es reservado. Esto era una norma en la vida y ministerio de Jesús a tal punto que, solamente en dos ocasiones, permitió que sus discípulos sean parte de sus tiempos con Dios. El Antiguo Testamento contiene relatos de los tiempos de intimidad de los hombres de Dios: Abraham, Jacob, Moisés, David, Salomón entre otros. EL INTERLOCUTOR. “… tu Padre…”. En este punto, es muy importante que leas con atención mis palabras. El lugar y el tiempo separado para intimidad toman relevancia únicamente por la persona que se encuentra con nosotros. Jesús lo identifica como el Padre, dándonos una connotación de parentesco y cercanía. El encuentro filial entre el Padre y su hijo. Pero adicionalmente dice “tu padre”, con lo que señala que el Padre con que nos encontramos en el tiempo de intimidad, es NUESTRO. El Padre firmo un decreto de adopción con la sangre de Jesucristo, derramada en la cruz, por el cual declara que NOSOTROS somos sus hijos y como hijos, tenemos la capacidad de acercarnos ante el trono de su gracia para hallar misericordia. Me encantan las palabras que Jesús le dice a María Magdalena, una vez que Él ha resucitado: Juan 20:17 RVR1960 … mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. A partir de ese momento, Dios es nuestro Padre y nuestro Dios y NOSOTROS somos sus hijos. El interlocutor en nuestros tiempos de intimidad es el mismísimo Dios de los cielos y de la tierra, NUESTRO PADRE.