¡Adoración infinita!

AMAR EL CORAZÓN DE DIOS

No cabe duda de que cuando Dios creó al hombre, lo hizo con el fin de tener una relación directa con él. El Creador puso en el ser humano el deseo de adorar por naturaleza; nos damos cuenta de que a través de la historia siempre la humanidad ha buscado algo qué adorar.

Esto nos hace darnos cuenta de que el problema no es adorar, sino desviar el objeto de tu adoración. Cuando dejamos de tener a Dios como nuestro objetivo principal de adoración y lo cambiamos por algo o alguien que no debemos, estamos creando un serio problema.

Si Adán fue creado por Dios para adorarle, sin duda tú y yo fuimos creados con el mismo propósito. Por lo tanto, como adoradores debemos asegurarnos de que Él disfrute de nuestra adoración.

Cuando eres uno solo con el Padre (así como Jesús era uno con Él), sabes qué le hace sonreír y qué le hace llorar. No hay necesidad de hacer algo indebido, ya que Él mismo te lo hace notar y sientes reprensión en tu mente.

Cuando tu corazón es el mismo de Dios, no buscarás tu propia satisfacción, sino la del Amado. Eso significa que yo le pertenezco, pero la mejor parte, es que Él, también es mío; no hay razón para alejarme de Él.

LA SONRISA DEL PADRE

Así como mi Señor murió por mí, yo viviré para mi Señor; por eso a cada momento de mi vida quiero ser un hijo que provoque una sonrisa en su rostro.

Seamos un reflejo de la gloria de Dios acá en la tierra con cada actitud que tomemos, cada paso que demos y cada palabra que hablemos. Convirtámonos en olor fragante para Él; que cada vez que nos mire, sonría y diga: “Ese es mi precioso hijo en el cuál me deleito”. Aprendamos a vivir para cumplir su sueño; y para ello debemos trabajar con pasión para Él.

Mientras hagamos obra de evangelista, estableceremos el Reino de Dios en la tierra a través de naciones enteras rendidas a los pies de Jesús; pero este mismo Reino, ya debe estar establecido en nuestra vida, previamente.

Trabajemos para que muchas almas vengan al descanso, que es Cristo; pero, luego, enseñémosles a ser adoradores que alegren el corazón del Padre; enseñándoles lo siguiente:

Si mi Amado se deleita en mí, entonces puedo sentarme con libertad a comer a su mesa.

“Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre”. (Salmos 16:11 (RVR60)).