Todo líder tiene la capacidad de llevar a la gente hacia arriba o hacia el sótano. El líder inseguro de sí mismo y de su llamado, está enfocado en impactar el presente; pero el líder que está seguro de su propósito y sabe con lo que cuenta para cumplirlo, se enfoca en impactar el futuro. Los líderes inseguros en las iglesias, son la causa principal del estancamiento de líderes emergentes, ya que su inseguridad les impide aplaudir la excelencia en otros. Por otro lado, los líderes perfeccionistas estancan a las congregaciones porque su manera de dirigir es manipulando y no persuadiendo; utilizando a las personas en vez de apoyarse en ellas. El liderazgo legalista hace que la gente dependa del pastor y no de Dios. Ser cristiano no es ser perfecto, más bien es aceptar que somos imperfectos, y necesitamos la perfección en Cristo. Podemos encontrar en nuestras iglesias líderes con un desbalance de gracia y verdad. Demasiada gracia produce libertinaje, llevando a la gente a una mediocridad espiritual que empaña el glorioso evangelio de Cristo. También hay líderes autocráticos que imponen reglas para que se sepa quién es el que manda en la iglesia, disciplina que condena y está lejos de corregir. Existen también líderes complacientes, que buscan agradar al hombre antes de obedecer a Dios. Líderes que han caído en el servilismo y han empañado el liderazgo de amor servicio y sacrificio que nuestro Señor Jesucristo nos ejemplificó. Con todo lo anterior viene aunado el abuso de los privilegios de un liderazgo exitoso. Cuando los líderes saben manejar el fracaso, ascienden al éxito; pero cuando no pueden controlar el éxito descienden al fracaso. Hemos perdido la gratitud hacia la gente que nos ha convertido en líderes, y hacia Dios quien es el dueño de nuestro liderazgo; y pensamos que somos indispensables. Se nos olvida que el líder no puede brillar con luz propia, sino que necesita de Dios y de la gente que le complementa para poder brillar. Debemos aprender a trabajar con la materia prima del liderazgo, las personas. Tenemos que tomar el ejemplo de nuestro máximo líder, Jesús; él murió para dar valor eterno a nuestras almas. Lo mismo debemos hacer como líderes, valorar las almas que Dios añade a nuestras congregaciones. En este libro usted encontrará las herramientas para minimizar sus inseguridades como persona y referente a su llamado. También dejará de sentirse indispensable y llegará a ser inolvidable cuando mejore su actitud hacia los demás, porque las personas olvidan fácilmente nuestra mala teología, pero nunca olvidan el trato que le damos. Sin olvidar que, aceptar a las personas no significa que debemos aprobar todo lo que hacen. Por lo tanto es necesario decirles a las personas lo bueno y lo malo que están haciendo, halagando primero sus virtudes. Decida hoy hacia donde llevará a su gente ¿hacia arriba o hacia abajo? Recuerde que si la gente que le sigue es excelente, usted será un líder ejemplar.