Introducción
Sección 1: Su literatura
Preparé estas exposiciones para que las escucharan mis hermanos los domingos en la noche. Para hablar, escribir o predicar sobre profecías bíblicas hay que conocer lo mejor posible «todo el consejo de Dios», haber estudiado por años toda la Biblia, sobre todo el Nuevo Testamento, y especialmente al apóstol Pablo. Incluso los mismos evangelios tienen que ser interpretados, con su contexto en Jesús, con la frase «mi evangelio» del apóstol (2 Ti 1:8).
La revelación divina en los cuatro evangelios es enorme, y en las trece epístolas paulinas halla su clímax dentro de una soteriología pragmática y eclesial. Es una obligación conocer un poco más que los rudimentos de una sana hermenéutica para poder mirar históricamente y en conjunto toda la verdad revelada, «combinando lo espiritual a lo espiritual», no atendiendo solamente «la letra» sino «el espíritu», sin errar en opiniones proféticas sobre todo cuando ellas se encuentran en un documento tan oscuro como Apocalipsis.
He consultado no pocos comentarios sobre ese libro y he prestado mis oídos a conferencistas futuristas-dispensacionalistas, y a pesar de que tienen nombres de ser algo y poseen títulos lisonjeros, es evidente en sus escrituras una actitud tendenciosa sobre ciertos textos, inclinándolos hacia sus gustos y preferencias intelectuales y de personalidad, para envolver con una enorme fe artísticas explicaciones que dejan deslumbrado, pero a la vez ignorante, a su fascinado lector o auditorio. Si por algo los pudiera felicitar es por la fe que tienen en el programa de eventos futuros que exponen, porque a mí, delante de Dios hablo, me es imposible creer.
El problema que sus ideas me presentan no es por contender con los grandes nombres de la historia cristiana que enlistan, ni con los brillantes teólogos modernos, sino por la rapidez de interpretación y los elogios repetidos hacia el método literal de interpretación de la profecía, en cómo desvirtúan a los preteristas, incluyendo a otros grandes hombres formadores de la teología de la iglesia como Martín Lutero y Agustín de Hipona; y todo eso con la satisfacción de que son los continuadores del pensamiento escatológico más ortodoxo del cristianismo. Mis exposiciones, que publico con atrevimiento, constituyen una honesta osadía, con menos teología y hermenéutica que la que la que quizás mis lectores desearían.
Apocalipsis es un libro difícil y en asuntos tan agrestes no puedo ser dogmático. A veces en no pocos textos tanto mis hermanos como yo nos quedábamos perplejos y no sabíamos orientarnos hacia un mejor comentario, o como dice Charles Frederick Wishart: «habiendo pasado mucho tiempo desde que cursé mis exámenes de teología y recibí mi diploma, ahora me hallo en la feliz posición de decir en ciertos textos, “no sé”». No me importa decir que no sé cuando no entiendo el significado de una porción de las Escrituras, porque «las cosas secretas pertenecen a Jehová» y eso lo exalta, no mi presunción.
Aunque «Apocalipsis» signifique revelación, es una forma literaria usada no sólo para comunicar un mensaje sino también para esconderlo. Por la misma razón que Jesús habló por parábolas, «para que oyendo no entiendan»”, de igual manera Juan escribe apocalípticamente, para encubrir su mensaje de los espías de Roma. Fue arrestado y deportado a Patmos. Es el libro de un preso. Eran tiempos de miedo. La misma cautela que en tiempos peligrosos toman todos los autores insurgentes, si es que no optan por el silencio como dice Amós: «el prudente en tal tiempo calla, porque el tiempo es malo».
Otros, como se hizo muchas veces en Polonia, según dice Wishart, «se vuelven maestros de las palabras con doble significado», cuando cita a Charles Phillips, en su admirable Vida de Parewski, que cuenta el terrible período que vivieron los polacos cuando el país gemía bajo la bota opresora de Rusia. «Es un hecho innegable que los polacos recurrieron a este método de la alegoría, para velar el significado de sus escritos, y desarrollaron la quintaesencia del arte simbólico del doble significado. Era la única forma que tenían para salvaguardarse de la censura y las amenazas de muerte no sólo los autores sino aquellos que compraban sus libros, como le ocurrió a cierto joven de 17 años que fue enviado a la mazmorra de una prisión y allí se suicidó prendiéndose fuego por miedo a que bajo torturas pudiera revelar el nombre de otros que leían esos libros, como los Ancestros, escrito por Mickiewicz. Cientos fueron enviados a Siberia simplemente porque les encontraron una copia del libro de Krasinski, Tentaciones. El método de encubrir el significado primario se adoptó en Polonia como los poemas de Mickiewicz, de modo que pudieran pasar la censura rusa y la literatura fuera distribuida ... Polonia tiene una vasta librería de doble significado que germinó en tiempos de la opresión y de la literatura proscrita». Apocalipsis fue un libro proscrito cuya razón del simbolismo aritmético fue el peligro.
El simbolismo de los números
Y el mismo autor dice sobre el camuflaje de los números:
«El asunto de los números siempre ha sido fascinante para la mente Oriental. En aquellos primeros días, cuando el lenguaje era primitivo y el vocabulario escaso, cuando las palabras escritas en hebreo algunas veces tenían varios significados, los hombres comenzaron a usar los números como si fueran palabras. Los números vinieron a representar como símbolos las ideas. Estas ideas se formaron naturalmente y de forma primitiva a través de asociaciones. Así por el sonido de la palabra captaban una idea, del mismo modo ciertos números por una cuestión de asociación vinieron a definir un concepto. De este modo cuando un hombre veía un objeto lo asociaba con el número “1”, y esto le daba la idea de unidad, de una existencia independiente o de un concepto unitario. Así ocurrió al principio con el idioma hebreo y después con el mahometismo, que piensan en Dios en el sentido absoluto de “uno”, unidad, el autoexistente, independiente. De ese modo también, en medio de los peligros de la vida primitiva, como el temor a morir por inanición, o devorado por las bestias, o a los ataques hostiles de los siempre presentes enemigos, el hombre adquirió coraje en la compañía de otro. Dos serían dos veces más fuertes que uno. Así el número “2” vino a simbolizar la fortaleza, la confirmación, el doble coraje y la doble energía. Cuando Jesús envió a sus discípulos, lo hizo con el simbólico significado de que irían en parejas, de dos en dos. En un juicio se necesitaban dos personas al menos que sirvieran como testigos. En la visión del profeta Zacarías los hombres dedicados al servicio están simbolizados por el número “2”.