La Victoria de Cristo, Nuestra Victoria

Dios resucitó a Cristo de entre los muertos y le hizo sentar a su diestra en los lugares celestiales, por encima de todo principado, autoridad, poder, señorío y todo nombre que sea nombrado, no sólo en esta edad sino también en la venidera Efesios 1;20-21.  Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que es sobre todo nombre; para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese para gloria de Dios Padre que Jesucristo es Señor Filipenses 2;9-11.
La exaltación de Jesucristo se refiere a su entronamiento, aquel que una vez se despojó de si mismo, y se humilló hasta la muerte y muerte de Cruz (Filipenses 2;7-8), ahora se le ha dado todo poder en los cielos y en la tierra (Mateo 28;18). Ahora Él se encuentra sentado a la diestra del Padre con toda autoridad y poder sobre sus enemigos. No hay enemigo que lo pueda vencer, no hay poder que lo pueda detener de salvar y redimir a quienes vengan a Él en arrepentimiento y fe. Jesucristo no es un simple santito más, Jesucristo no es un simple maestro más, Jesucristo no es un simple profeta más, Jesucristo no es un simple líder más, Él es Rey de reyes, Señor de señores, Principio y Fin, Alfa y Omega, El que estuvo muerto pero he aquí que vive y está sentado a la diestra del Padre por los siglos de los siglos. Su poder y su reinado no tienen fin. El Padre ha entronizado a Jesús en una posición única de soberanía sobre todos los poderes en el cielo, y en la tierra. Todos los poderes y autoridades humanas y angelicales en este mundo y en el venidero están bajo sus pies (Efesios 1;22). Y desde allí continua su obra de Redentor y Mediador como sacerdote (Hebreos 7;25, 8;1, Romanos 8;34, 1 Juan 2;1). Por eso no hay pecado que Él no pueda perdonar, no hay atadura que no pueda romper, no hay poder que Él no pueda destruir, ni autoridad que no pueda vencer. Es por eso que todos en el cielo y en la tierra podemos cantar con victoria que: Digno es el Cordero, que fue inmolado, de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza, Al que está sentado en el trono y al Cordero sean la bendición y la honra y la gloria y el poder por los siglos de los siglos (Apocalipsis 5;12-13). ¡Amen, amen, amén!  
Él es el gran victorioso, el vencedor pero ahora ¿cómo Su gloriosa victoria puede llegar a ser nuestra? Eso lo veremos en los siguientes capítulos de este libro. Este es el propósito de este libro, ayudarle a apropiarse de esta victoria de Cristo como su propia victoria personal sin tener que ser religioso. Y esto es posible con la asistencia del Espíritu Santo. Lea los siguiente capítulos con cuidado y oración entonces usted podrá comprobar que la gran victoria de Cristo puede ser la victoria de usted.