Hace más de treinta años, vine del Uruguay a los Estados Unidos por dos razones: para seguir a mi novia, que había venido antes que yo, y para comprobar si verdaderamente esta era una tierra de oportunidades como había escuchado decir cuando era niño.
Me alegra compartir mi historia con ustedes por medio de este libro.
La vida en los Estados Unidos ha superado mis sueños y mis expectativas. Este es el único país, que yo sepa, que ha tenido que construir muros para evitar que entren multitudes deseosas de hacerlo. Algunas personas están tan convencidas de que la vida va a ser mejor en este país que vienen en las valijas de los autos, en las cajas de camiones, en botes construidos a mano o recurriendo a túneles subterráneos. Supe incluso de una persona que intento entrar al país en el tren de aterrizaje de un avión. Gente de todo el mundo está dispuesta a hacer y arriesgar casi cualquier cosa para tener la oportunidad de vivir aquí.
Hace muchos años, cuando Estados Unidos estaba estudiando nuevas maneras de mejorar el sistema de inmigración frente a las críticas por la forma en que se gestionaban las visas, se probó un sistema de lotería abierto a cualquier interesado. Lo único que había que hacer era llenar una solicitud y enviarla. Cuando el periodo de solicitud terminó, se habían presentado más de seis millones de solicitudes. Y puedo asegurarles que solo un pequeño porcentaje de la población mundial se había enterado de la existencia de la lotería. Cuando llegó el momento de seleccionar los nombres de los ganadores de enormes barriles colocados sobre un escenario, las cámaras de televisión transmitieron el acontecimiento a los ansiosos solicitantes del mundo entero que rezaban y se confiaban a su suerte.
¬¿Y ustedes que ya viven legalmente en los Estados Unidos? ¡Ustedes ya se han ganado la lotería! Es importante que reconozcan qué grandioso es este país y todas las oportunidades que ofrece. Cuanto antes reconozcan lo afortunados que son, mejor se sentirán sobre su presente y su futuro. Ser agradecidos es el primer paso para mejorar las cosas en su vida.
Aproximadamente dos años atrás, tuve la buena suerte de compartir mis pensamientos sobre cómo darle un sentido a la vida.
Como siempre, estaba muy entusiasmado con el mensaje que quería transmitir y agradecido por la respuesta positiva que había recibido del público después de la presentación. A mi entusiasmo por haber transmitido un mensaje bien recibido se sumó un sentimiento de humildad por haber tenido el honor de poder compartir cosas de las que estaba profundamente convencido que podían ayudar a la gente a vivir felices. Nunca me adjudico el éxito de una presentación porque, como siempre se lo hago saber al público, creo que soy solo un mensajero agradecido del mensaje que Dios ha puesto en mi corazón.
Al volver a casa luego de esas presentaciones, agradecí a Dios la oportunidad de escuchar su mensaje y compartir su sabiduría. También le pregunte qué podía hacer para avanzar un paso más con mis charlas y llegar a más gente. Entonces escuché una voz que me decía: Escribe un libro.
Si bien estoy habituado a escuchar a Dios en mi interior, igual me chocó lo que pensé que había oído. Totalmente sorprendido, le pregunté: ¿Qué?
La voz volvió a decir: Escribe un libro.
En parte, el mensaje me sorprendió porque yo nunca fui a la universidad (excepto cuando llevaba a mis hijos a las suyas) y mi inglés dista mucho de ser perfecto, ya que mi lengua materna es el español. Naturalmente, dudé, y por eso me llevó dos años escribir este libro. A veces nos preguntamos por qué nos lleva tanto tiempo hacer ciertas cosas en la vida, pero la mayoría de las veces es porque no escuchamos la voz interior que nos dice qué hacer y cuándo hacerlo.
Las Escrituras están llenas de ejemplos de personas que dudaron en actuar después de haber recibido un mensaje indiscutible. Los israelitas estuvieron cautivos en Egipto cuatrocientos años. Durante ese tiempo, se quejaban a Dios todos los días de lo cansados que estaban, le pedían que les mostrara una vida mejor y le prometían que harían lo que Él les pidiera para poder ser libres.
Pero cuando Dios finalmente respondió a su pedido y les envió a Moisés para que los sacara de Egipto, ¿qué hicieron? Se cansaron de las difíciles condiciones y las penurias del viaje y comenzaron a quejarse a Dios tan solo dos semanas después. Dios se enojó, naturalmente, porque los israelitas se quejaban aunque Él los estaba llevando adonde querían ir. Por eso, en lugar de un viaje que les habría llevado seis semanas, Dios hizo que caminaran en círculo durante cuarenta años hasta que finalmente llegaron a la Tierra Prometida.
Creo que esto es lo que nosotros, criaturas de Dios, hacemos constantemente. Le pedimos algo a Dios, y Él comienza a trabajar para nosotros. Pero tan pronto enfrentamos una dificultad, nos quejamos. Nos quejamos rápidamente de que el camino es muy difícil, y Dios nos responde haciéndonos caminar en círculo hasta que realmente ponemos nuestra confianza en Él y dejamos que nos guíe. Esperé dos años para obedecer el mandato de Dios de escribir este libro, poniendo todo tipo de excusas. Pero a pesar de las excusas, que a mis ojos eran legítimas, finalmente me di cuenta de lo que todos debemos saber: no se puede engañar a Dios.
Tal vez una de las razones por las que postergué escribir este libro fue una crisis de confianza. ¿Había hecho lo suficiente en mi vida para justificar la confianza que Dios ponía en mí al pedirme que escribiera este libro¬? Me llevó un tiempo comprender la trayectoria de mi vida y el hecho de que el trabajo de campo que había hecho dirigido por Dios me había llevado hasta el punto de estar listo para escribir.
Me he dedicado a estudiar la vida y sus dimensiones espirituales durante más de veinte años. Los pensamientos y las ideas que voy a compartir con ustedes provienen de la lectura de cientos de libros, la asistencia a seminarios en todo el país y la dedicación de incontables horas a escuchar casetes y cds motivacionales. Probablemente pueda contar con los dedos de la mano los días en que no hice una de estas cosas en los últimos 26 años con el objetivo de mejorarme a mí mismo. Creo que la mejor inversión que puede hacer una persona es dedicar tiempo y energía a tratar permanentemente de mejorar su capacidad cerebral y su capacidad de escuchar la voz de Dios.